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miércoles, 13 de enero de 2016

Réquiem

Circunstancias desesperadas requieren medidas desesperadas, o al menos, eso afirma el dicho popular. Es por ello por lo que, en el día de hoy, me dispongo a escribir el artículo que probablemente sea más duro de oír para el lector que sienta al Betis. Tanto por los antecedentes que voy a exponer, como por las propiedades supuestamente inherentes al bético, como por las medidas a tomar. Y si consigo que un determinado sector abra los ojos y modifique su filosofía, en vez de pensar en partirme las piernas, pues mejor.

Filosofía. Cuan profundo concepto, ¿no creen? Lo que tuvimos que sufrir ayer en el Pizjuán es filosofía. El fallecimiento del mínimo índice de orgullo por parte del bético (de ahí este réquiem), el arrastre de su escudo por el fango, el desmantelamiento de la ilusión de un derbi, todas estas cosas son cuestión de filosofía. Filosofía de vida, de club, de equipo y de afición. Por eso, al ser un elemento tan vasto y complejo en su explicación, no quiero centrarme en el 4-0 de ayer. Sería absurdo. Lo de ayer es simplemente el fruto de una filosofía concreta.

Filosofía son las múltiples goleadas en La Ramona a lo largo de los últimos años, no sólo ayer, y que en Heliópolis, tras las mismas, se respire paz y armonía. Es el observar cómo las vecinas, año sí y año también, o ganan títulos o entran en Europa mientras nosotros presumimos de afición (presunción legítima, porque es cierta, pero en absoluto efectiva), y tragamos. Es ver cómo ayer nos humillan y echar la culpa a Merino, que llevaba un día tan solo entrenando al equipo. Es dejar el himno puesto a todo volumen como venganza por habernos dado otro baño futbolístico más, jugando ellos al tran tran. 

Es culpar al mejor director deportivo que hemos tenido en muchísimos años de cosas positivas (los fichajes de Westermann, Pezzela, Petros, etc.) y echarle en cara cosas que no dependen de él (que los jugadores corran más o menos, que los bultos no acepten las ofertas para largarse...). Es no culparle por las cosas que se han hecho mal (la cantera, por ejemplo, o no tener ya un sustituto para Mel). Es querer que al Betis lo golearan ayer con tal de sacar su comentario de "mirad lo que pasa por echar a Mel". Es alabar como un Dios al escritorzuelo (uno de los peores entrenadores, estadísticamente, de la historia del Betis), pidiéndole su regreso, cuando ayer todo el Pizjuán le cantaba, mofándose de él. Es, en su día, cantarle a Gordillo, o aclamar a Lopera con aquello del "Hola, hola, hola don Manué".

Y, sobre todo, es el sentimentalisto barato, burdo, patético y falto de contenido. La aplicación del manquepierda a absolutamente todo, incluso después de comprobar que el conformismo malentendido solo nos ha traído desgracias. Es el decir "si quieres un equipo que gane, pásate al Madrid". Es llamarte "sevillista" cada vez que criticas algo del Betis para intentar mejorarlo. Es la multiplicación de vomitonas demagogas de gente que no tiene ni puñetera idea de fútbol, que el único argumento que tienen es "que los jugadores no corren y no le echan huevos", sin pararse a analizar nada más.

Lo de ayer es el punto culminante de todo esto. De muchos años de aplicación intensiva de esa filosofía, de lavado de cabeza a niños y mayores por parte de los que se suponía que tenían que trabajar para el Betis. Ayer, mientras se abría la Guerra Civil entre "la culpa es de la directiva" o "la culpa es de Mel", todo el Pizjuán se cachondeaba de nosotros. Se mofaba. Nos ridiculizaba, con toda la saña y el daño que pudiesen hacer. Porque es asquerosamente fácil cachondearse de nosotros. 

¿Sabéis qué hacen los pobres palanganas, amargados ellos? Criticar a Emery, ponerlo a parir, incluso habiéndole dado dos UEFAs. Exigir cuando hay que exigir, y centrarse en lo importante, no en el puñetero número de socios. Es inculcar la mala sangre, el salir a morder en un derbi, hasta a Chocoplancha, que hace un año ni sabía lo que eran el Sevilla o el Betis. Nosotros, mientras, tenemos a Joaquín y Ceballos (canteranos), que se supone que deberían cabrearse, morder o pegar una puñetera patada, andando. Totalmente pasivos. Sin ambición ni muestra alguna de orgullo. 

Eso, a día de hoy, es el Betis. Una amalgama deforme de gente sin mucha idea de qué va la cosa, sin ambición, sin ganas, sin actitud. Conformista, incluso cateta en muchísimas ocasiones. Y así seguirá siéndolo mientras no cambiemos algo. Y, después de leer esto, podréis cabrearos conmigo lo que queráis. Pero a mí me gustaría cambiar la situación de mierda que tenemos, y no precisamente diciendo que los jugadores tienen que correr más. A partir de ahí, el bético con ánimo de crecer, se levantará y dirá "hasta aquí hemos llegado". El bético (porque yo no niego la condición de bético a nadie) que quiera seguir igual, me insultará, me dirá sevillista o algo parecido. El orgullo y la ilusión están tristemente muertos, apaleados. Este es su réquiem. Y yo no sé vosotros, pero a mí me encantaría resucitarlo.

¡¡Un saludo!!

@josearquer95
@lajuezaesbetica