A buenas horas, mangas verdes: Crónica de una muerte anunciada

"Afición de Primera busca equipo", fue lo que me dijo mi amigo Penitente tras el partido. Aunque ninguno lo admitamos, se veía venir. Estaba claro

Muy rebuscada tenía que ser la carambola que nos situara en Primera, con un Hércules muy fuerte ante una pobre (y cabe decir que vendida) Real Unión. Ni el amago del gol del Irún, que nos confundió a todos los que estábamos en la grada, ni el golazo de Caffa, que nos levantó a todos, ni el tardío zambombazo que se sacó la bala perdida, ni los únicos que podían echarle ánimo, los Supporters de Gol Sur. Nada

No nos valió jugar el último partido de la temporada como no lo habíamos hecho en ningún otro, no nos valió golear a un segundo que ya estaba en Primera y aun así, no sacó a casi ningun filial, aunque jugaron andando. No nos valen los aplausos y los coros a Nelson y a Capi, ni las lágrimas de éste ni las mías empapando la bandera del Centenario, que ondeaba y volanteaba al ritmo de las desesperanzas de los cincuenta y cinco mil béticos que allí estuvimos. Ni los cánticos de "Lopera vete ya" o "Lopera es sevillista" mientras el muy sinvergüenza estaba rebuznando por la Costa del Sol, y los pocos béticos que le echaron ganas y fueron a Jabugo estuvieron gritando a dos maniquíes movidos por Momparlet. Ni los estruendosos aplausos al "Ama al Betis, odia a Lopera", ni el baile de la afición al ritmo de Stereo Love y Bad Romance. Ni el viaje de mis amigos Isi y Ana, que se patearon más de mil kilómetros para ver esto. Nada.

Ni estar comiéndonos el barro de todos los campos de Segunda, ni "el ascenso en enero" de Pepote, ni el conjunto de despropósitos que nos ha ido dejando el magnifico consejo de Administración que tenemos, ni los béticos que se llegaron a Salamanca, ni las ventanillas del búnker de Jabugo, ni los villancicos ni los gatos deztruhtores. Ni la situación económica que nos asolará a partir de la próxima temporada, ni las huidas de muchos de los jugadores este verano, ni el comunicado que nos rumió el consejo tras el partido. Ni la invasión de campo, ni los béticos que se quedaron en la puerta de cristales llorando y protestando.

Nada... sólo la esperanza de que la pepita de oro que tiene Lopera por corazón, tenga un atisbo de piedad y nos libre a los béticos de esta pesadilla, o que la jueza lo mande al truyo con sus congéneres.

Y ni eso...